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Lo hacemos Sonia Álvarez, Lucero Gómez Cruz y Verónica Moreyra.



¡Adios Marcel Marceau!

Marcel Marceau es el mimo más grande de todos los tiempos. Había nacido el 22 de marzo de 1923, en Strasburgo, Francia. Desde la infancia amó la pantomima. Admiró profundamente a Charlie Chaplin. Tanto le gustaba, que estudió pantomima en París.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, su padre fue asesinado por los nazis en un campo de concentración en Auschwitz. Ese hecho llevó en 1944, a Marcel y a su hermano, a unirse a la Resistencia. De allí en más, se convirtió en un combatiente.
Al terminar la guerra creó a BIP, ese payaso de rostro blanco, melancólico y con una flor mustia en el sombrero. Pensaba que acabada la guerra, la lucha debía ser diferente. Entonces revolucionó el arte de la pantomima e inspiró a miles de seguidores y cosechó admiradores en todo el mundo.
Marcel Marceau murió este 24 de septiembre. En una ocasión preguntó:"¿Acaso los momentos más conmovedores de nuestra vida no nos encuentran sin palabras?” Y tenía razón. ¡Adios, monsieur Marcel Marceau!
Sonia Álvarez

Silencio

Yo que crecí dentro de un árbol.
tendría mucho que decir
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.

Angeles

Aplastamiento de las gotas

Cuento extraído del libro Historias de Cronopios y de Famas (1962). Uno de los libros legendarios de Julio Cortázar. Postulación de una mirada poética capaz de enfrentar las miserias de la rutina y del sentido común, Cortázar toma aquí partido por la imaginación creadora y el humor corrosivo de los surrealistas.


Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás otro, qué hastío.

Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae.

Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse.

Tristes gotas, redondas inocentes gotas.

Adiós gotas. Adiós.


Más de Cortázar: http://www.literatura.org/Cortazar/Cortazar.html

Más de Cronopios: http://sololiteratura.com/cor/comentariohistorias.htm


La tía Daniela

Un cuento de amor
Adaptación de uno de los cuentos del libro "Mujeres de Ojos Grandes" de la escritora mexicana Angeles Mastretta, narrado por Marta Escudero.

Los Amorosos


Jaime Sabines

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables.
Los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos,
sólo locos, sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.



Caminos del espejo

Alejandra Pizarnik

I

Y sobre todo mirar con inocencia.
Como si no pasara nada, lo cual es cierto.


II

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo
como un pájaro del borde filoso de la noche.


III

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente
borrada por la lluvia.

IV
Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

Tiroteo en la noche


de Joaquin Giannuzzi

Una caliente contracción en el indefenso espacio
y los fogonazos en la oscuridad
nos arrojan a una épica impura.
Cada cosa es un blanco paralizado
bajo el ojo instantáneo del cazador. No es ésta
nuestra última cena, pero en las habitaciones
la época introduce más muertos
de los que merecemos. En el silencio que sigue
no hay ninguna explicación
sino una brusca asfixia en medio de la comida.
La mesa familiar es ahora
un centro fracturado. Nadie quiere la historia
en su plato de sopa, el síncope
detrás de la puerta. Pero el terror
nos acerca un combate donde arder a fondo
ningún crimen es una verdad aislada.
La noche nos incluye y hay todavía un último disparo
distanciado e irónico: allá afuera
alguien se ha tomado su tiempo
para liberar nuestro juicio atascado.
Lo que ha sucedido busca equilibrio
en el cerebro. Un escalofrío en la vajilla
le pertenece y su bala final
ha definido la situación un sitio para nosotros
en la ardiente comunidad de la cacería.

Defensa de la Alegría

de Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardíacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría