¡BIENVENIDO!
"Botella al Mar" es un espacio alternativo del Colegio Nº 18 de Villa Mercedes (SL) Argentina, creado para promover la lectura y la expresión. Te invitamos a participar.
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Lo hacemos Sonia Álvarez, Lucero Gómez Cruz y Verónica Moreyra.



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¡Necesitamos tu colaboración!

Los alumnos de 3º "E", dentro del proyecto de lectura Botella al mar lanzan una campaña de recolección de libros de cuentos y revistas infantiles destinado a las escuelas rurales.


Las urnas estarán disponibles en la escuela a partir del jueves 26 de junio. ¡Acercate, y ayudá!

Acuérdate

Juan Rulfo




Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de Dimas, aquél que dirigía las pastorelas y que murió recitando el "rezonga ángel maldito" cuando la época de la gripe. De ésto hace ya años, quizá quince. Pero te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos "el Abuelo" por aquello de que su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y chaparrita, que por mal nombre le decían "la Arremangada", y la otra que era rete alta y que tenía los ojos zarcos y que hasta se decía que ni era suya y que por más señas estaba enferma del hipo. Acuérdate del relajo que armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de la Elevación soltaba un ataque de hipo, que parecía como si es­tuviera riendo y llorando a la vez, hasta que la sacaban fuera y le daban tantita agua con azúcar y entonces se calmaba. Esa acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de Librado, río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulos.

Acuérdate que a su madre le decían "la Berenjena" porque siempre andaba meti­da en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre música y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te mando Señor otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.

La debes haber conocido, pues era muy discutidora y cada rato andaba en plei­to con las vendedoras en la plaza del mercado porque le querían dar muy caros los jitomates, pegaba gritos y decía que la esta­ban robando. Después, ya pobre, se le veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.

Ese Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grande, muy bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía clavellinas y nosotros se las comprábamos, cuando lo más fácil era ir a cortarlas al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media traía en el bolso: canicas ágata, trompos y zumbadores y hasta maya­tes verdes, de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy lejos.
Nos traficaba a todos, acuérdate.

Era cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió tonto a los pocos días de casa­do y que Inés, su mujer, para mantenerse tuvo que poner un puesto de tepeche en la garita del camino real, mientras Nachitose vivía tocando canciones todas refinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio.
Y nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepeche que siempre le quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos al verlo, le sacábamos la vuelta para que no fuera a cobrarnos.

Quizá entonces se vió malo, o quizá ya era de nacimiento.
Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima "la Arremangada" jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre el risón de todos, pasándolo por una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándolos a todos con la mano y como diciendo: "Ya me las pagarán caro".
Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.
Sólo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.

Dicen que su tío Fidencio, el del molino, le arrimó una paliza que por poco lo deja parálisis, y que él, de coraje, se fue del pueblo.
Lo cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta aquí convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en la banca con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.
Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de las ocho y cuando las campanas todavía estaban tocando el toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos y la gente que estaba en la Iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el máuser, sin oir lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del jardín donde se estuvo tendido.

Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la dio.
Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran.
Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.

-Te reto a leer a Juan Rulfo, cualquiera de sus obras! Cualquiera de esas perlitas, dale ¡te reto! pero también te advierto: No es para cualquiera, no, sólo para quienes sean capaces de traspasar todo tipo de fronteras, visualizar espacios inexistentes y percepciones latentes...


Te reto, si, y te garantizo que si logras llegar a él, tu concepción de la vida y la literatura cambiará sustancialmente, el mundo no es lo que ves, hay que saber leer entre líneas...-

¿Te atreves?

Las Botellas vuelven llenas de Sorpresas


Los alumnos destaparon la botella, recibieron lo que tenemos que decirles y ahora son ellos quienes comienzan a inhundarnos de sueños, risas, poesía, literatura, magia e ilusiones.

¿Estamos orgullosas? Si, muy orgullosas! cuando iniciamos este proyecto sólo pretendíamos hacer "algo diferente", atrapar la atención de los alumnos y llevarlos a leer, después de todos sólo somos profesoras de literatura...

Hoy, nuestros esfuerzos son recompensados, los alumnos en quienes confiamos estan -¡felizmente!- superando al maestro, como debe ser... Vienen con ideas nuevas, con perspectivas difererentes; rebeldes y sin miedos, los chicos comenzaron a expresarse y a enseñarnos quiénes son y qué quieren. Irrumpieron en la escuela y en la vida diciendo: ¡Estoy Aquí! ¡Escúchame! ¡Mírame!

Esto es sólo el comienzo... Seguiremos tirando y recibiendo botellas, con convicción, pasión, esfuerzo y sobre todo: Muchísimo amor.

(hacer "click" sobre las fotos para aumentar)



Botella al Mar en la Escuela...

Campaña implementada en el colegio 18, para conformar el staff de Botella al Mar. Se viene el relevo, los alumnos tomarán el timón; nosotras seremos su guía, estaremos cerca, muy cerquita.


Pablo Neruda a pedido



15

ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


A pedido de una alumna de 4º "D", poema 15 de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", de Pablo Neruda (chileno).

Si querés leer más de Pablo Neruda te recomendamos el libro
"Veinte poemas de amor y una canción desesperada"