Cierta vez un paisano de La Aguada viajaba con su hijo en carro por el camino viejo que une al poblado que llaman Capilla de Garzón con Pampayasta. Cuando iban pasando por el campo de los Zárate, en el cruce mismo con el camino nuevo, una mujer muy joven vestida de fiesta, los detuvo.
Aunque era muy entrada la noche, la habían visto de lejos porque la luz de la luna era intensa y el color del vestido, blanco brillante. -Mi novio sa ha enojado conmigo y me ha dejado sola en el medio del campo- dijo cuando el carro se detuvo- ¿Podrá Ud. llevarme hasta la entrada de Pampayasta? Yo vivo allí.
- Cómo no, señorita -contestó el paisano, y él y su hijo le hicieron un lugar en el carro. Viajaron en silencio un buen rato, hasta que empezaron a hablar de cosas sin importancia, más por ser amables que por verdadera necesidad de decir algo. En esas conversaciones ella confesó que le gustaba demasiado el baile y que se llamaba Encarnación.
Era una noche de crudo invierno y la joven estaba desabrigada. Cuando el paisano la vio temblar, dejo: -Convide, hijo, a Encarnación con un bollo de añís y un trago de ese vino de canela que llevamos, que es bueno para los enfriamientos. Y el muchacho le ofreció pan y vino. Ella pegó un bocado grande al bollo y tomó desesperada unos tragos. Algo del vino cayó sobre el vestido y dejó allí en el pecho, una mancha rosada como un pétalo. - ¡Qué lástima! -habló ella- ¡Era tan blanco!
Pero siguió comiendo el bollo de anís con muchas ganas, tanto que cualquiera hubiera dicho que iban a pasar años antes de que volviera a ofrecerle algo.
Cuando llegaron a la entrada de Pampayasta, muy cerca de donde está el boliche de Severo Andrada, les dijo que habían llegado. El paisano detuvo el carro y ella bajó y fue corriendo a la casa de la esquina, frente al cruce. Padre e hijo siguieron viaje. Habían hecho unas cuantas leguas cuando el hijo vio brillar algo en el piso del carro. Se agachó y descubrió un guante blanco de encaje fosforescente. Entonces se lo mostró a su padre y decidieron volver a la casa donde habían dejado a Encarnación, para devolvérselo.
Hicieron de regreso las leguas que habían andado, hasta la zona del boliche de Severo Andrada, y se detuvieron en la esquina, frente al cruce. Bajaron los dos, pero fue el padre quien golpeó las manos. - ¡Avemaría purísima!- llamó como lo hacen los paisanos. Le contestaron los perros. Y después, la voz de un hombre recién arrancado del sueño.: - ¿Qué se le ofrece?
- ¿Aquí vive una señorita Encarnación? -preguntó el paisano. El dueño abrió la puerta. Estaba pálido. Y se quedó mirando a los dos forasteros sin decir palabra.
- Venimos a devolverle un guante. Se lo ha olvidado hace un momento en nuestro carro.- El hombre siguió mirándolos en silencio.
- No lo tome a mal -insistió el paisano-. Tuvo un problema y nos pidió que la acercáramos. - El hombre seguía en silencio.
El hijo estuvo con la mano extendida, acalambrada de tanto ofrecer el guante al dueño de casa, hasta que éste habló: - Es mi hija, pero está muerta... ayer se cumplieron veinte años...
- Dijo que venía de bailar...- recordó el paisano-.
-Hace veinte años... - contó el padre- para el día de Santa Rosa, murió bailando en las fiestas patronales. Del corazón, ¿sabe?
Los dos hombres que habían llegado en el carro, así como estaban pegaron media vuelta murmurando una disculpa. Pero el padre de la joven exclamó: - El guante... por favor. Es para llevárselo a la tumba. Todos los años para la fiesta de Santa Rosa, se olvida algo en alguna parte y hay que ir a ponérselo.
El muchacho entregó el guante de encaje. Después alcanzó en silencio a su padre que ya estaba sentado en el carro azuzando a los caballos.
Aunque era muy entrada la noche, la habían visto de lejos porque la luz de la luna era intensa y el color del vestido, blanco brillante. -Mi novio sa ha enojado conmigo y me ha dejado sola en el medio del campo- dijo cuando el carro se detuvo- ¿Podrá Ud. llevarme hasta la entrada de Pampayasta? Yo vivo allí.
- Cómo no, señorita -contestó el paisano, y él y su hijo le hicieron un lugar en el carro. Viajaron en silencio un buen rato, hasta que empezaron a hablar de cosas sin importancia, más por ser amables que por verdadera necesidad de decir algo. En esas conversaciones ella confesó que le gustaba demasiado el baile y que se llamaba Encarnación.
Era una noche de crudo invierno y la joven estaba desabrigada. Cuando el paisano la vio temblar, dejo: -Convide, hijo, a Encarnación con un bollo de añís y un trago de ese vino de canela que llevamos, que es bueno para los enfriamientos. Y el muchacho le ofreció pan y vino. Ella pegó un bocado grande al bollo y tomó desesperada unos tragos. Algo del vino cayó sobre el vestido y dejó allí en el pecho, una mancha rosada como un pétalo. - ¡Qué lástima! -habló ella- ¡Era tan blanco!
Pero siguió comiendo el bollo de anís con muchas ganas, tanto que cualquiera hubiera dicho que iban a pasar años antes de que volviera a ofrecerle algo.
Cuando llegaron a la entrada de Pampayasta, muy cerca de donde está el boliche de Severo Andrada, les dijo que habían llegado. El paisano detuvo el carro y ella bajó y fue corriendo a la casa de la esquina, frente al cruce. Padre e hijo siguieron viaje. Habían hecho unas cuantas leguas cuando el hijo vio brillar algo en el piso del carro. Se agachó y descubrió un guante blanco de encaje fosforescente. Entonces se lo mostró a su padre y decidieron volver a la casa donde habían dejado a Encarnación, para devolvérselo.
Hicieron de regreso las leguas que habían andado, hasta la zona del boliche de Severo Andrada, y se detuvieron en la esquina, frente al cruce. Bajaron los dos, pero fue el padre quien golpeó las manos. - ¡Avemaría purísima!- llamó como lo hacen los paisanos. Le contestaron los perros. Y después, la voz de un hombre recién arrancado del sueño.: - ¿Qué se le ofrece?
- ¿Aquí vive una señorita Encarnación? -preguntó el paisano. El dueño abrió la puerta. Estaba pálido. Y se quedó mirando a los dos forasteros sin decir palabra.
- Venimos a devolverle un guante. Se lo ha olvidado hace un momento en nuestro carro.- El hombre siguió mirándolos en silencio.
- No lo tome a mal -insistió el paisano-. Tuvo un problema y nos pidió que la acercáramos. - El hombre seguía en silencio.
El hijo estuvo con la mano extendida, acalambrada de tanto ofrecer el guante al dueño de casa, hasta que éste habló: - Es mi hija, pero está muerta... ayer se cumplieron veinte años...
- Dijo que venía de bailar...- recordó el paisano-.
-Hace veinte años... - contó el padre- para el día de Santa Rosa, murió bailando en las fiestas patronales. Del corazón, ¿sabe?
Los dos hombres que habían llegado en el carro, así como estaban pegaron media vuelta murmurando una disculpa. Pero el padre de la joven exclamó: - El guante... por favor. Es para llevárselo a la tumba. Todos los años para la fiesta de Santa Rosa, se olvida algo en alguna parte y hay que ir a ponérselo.
El muchacho entregó el guante de encaje. Después alcanzó en silencio a su padre que ya estaba sentado en el carro azuzando a los caballos.
María Teresa Andruetto
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6 comentarios:
Buenas, soy víctima del síndrome literario desde hace un tiempo (del cual no quiero curarme) y haber encontrado un espacio que apueste a la lectura y a la expresión artística desde la educación me alegra muchísimo, y renueva las esperanzas de los que creemos en la lectura como una manera privilegiada de acceder a esos mundos que están detrás de las palabras. Felicitaciones por el espacio y sin duda todas esas botellas que han tirado al mar están llegando a buen puerto. Saludos para todos y felicitaciones nuevamente. Martín Cardón.
Hola que tal mi nombre es Marina Díaz soy periodista trabajo en Radio Universidad en Villa Mercedes que funciona en la FICES y me dedico a la cultura de la ciudad, en realidad a todo lo que suceda en Villa Mercedes pero hago más hincapié en la cultura. Hace unos días recibi un mail de un colega comentadome de este blog al cual entre y me pareció sumamente interesante; mi idea es establecer un contacto con ustedes para difundir sus actividades junto al blog y de ves en cuando (porque no) se acerquen por la radio para charlar un poco de cultura.
Más aún me sorprende la capacidad de alumnos a los que muchas veces el sistema critica diciendo que no tenemos futuro, y si, lo hay mientras incentivemos actividades de estas características,incentivar el pensamiento, la creatividad, en fin estas cosas lindas.
Bueno me gustaría conectarme con ustedes, desde ya los felicito por este emprendimiento que suma mucho y estoy a su disposición. Saludos.
Marina
Chicas me encanto el relato sobre Encarnación. Esto me hizo recordar que en el libro Excursión a los indios ranqueles de Mansilla hay en un capítulo un relato sobre una mujer que llora a la orilla del camino precisamente en un cruce creo que del Río V, lo busque pero no lo pude encontrar. Espero encontrarlo mañana por que también es muy interesante para mandárselos.
Silvia.
holis somos angie y naty del cole 18!! el cuento: "el guante de encaje" nos parecio muy triste y muy parecidio a la historia veridica de la Perla Perez!! igual esta muy bueno, lo del proyecto nos parece super bien!! sigan asi, les madamos muchos kisses (besos) y les volveremos a escribir muy prontito..jaja 14-04-08
holas!!!bue el cuento de encarnacion me gusto mucho muy parecido a una historia de nuestra ciudad.espero que publican mas!! la paginas estan realmente buenas e interesante sigan asi!!
bueno aqui los voy dejando mi comentario!!!
bezoz
adioz
p/d:hasta la proxima!!!
hola somos vivi y mely del colegio 18!! nos encanto el relato"el guante del encaje " es muy parecido a la historia veridica de la Perla Perez sigan asi es muy bueno lo q escriben. me gustaria leer otros mas.
el poema del chico de 6to b estuvo muy bueno tmb los felicitamos chauuuu!!!!!!!!!!!
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